viernes, 27 de diciembre de 2013

Globalización/es e Interculturalidad/es: entre lo local y lo global - Susana Sacavino

Seminario Propuesta Socioeducativa
Bogotá, Colombia
Oct. 5-9, 2014


Globalización/es e Interculturalidad/es: entre lo local y lo global
Susana Sacavino
Novamerica – GECEC
Brasil - 2013

Las interacciones económicas, sociales, políticas y culturales se intensificaron  extraordinariamente en las últimas décadas, dando lugar a un fenómeno que es conocido con el nombre genérico de globalización.
Es un proceso complejo en varias dimensiones que atraviesa de los sistemas productivos y financieros a las revoluciones tecnológicas y prácticas de información y comunicación, de la erosión del estado nacional y la afirmación de la sociedad civil al aumento de las desigualdades sociales, del creciente aumento del tráfico de fronteras de personas como emigrantes, turistas o refugiados, al protagonismo de las empresas multinacionales y de las instituciones financieras multilaterales, de las nuevas prácticas culturales e identitarias a los estilos de consumo globalizado.
Esta diversidad hace que el impacto en las estructuras y prácticas nacionales y locales, aparentemente monolítico y monocultural, sea de hecho, muy contradictorio y heterogéneo, ya que en cada una de las áreas de la vida social y política se manifiesta como el producto de una negociación conflictiva y de resultados relativamente indeterminados entre lo que es concebido como local o endógeno y lo que es concebido como global o exógeno, entre rupturas y continuidades, entre nuevos riesgos y viejas seguridades, entre dominaciones y emancipaciones, entre monoculturalidades e interculturalidades, entre emergencias y ausencias. (Sousa Santos, 2002)
Por estas razones, y al contrario de lo que el término globalización superficialmente parece, nos encontramos frente a procesos de cambio altamente contradictorios y desiguales, variables en su intensidad y en su dirección que demuestran que se trata de procesos plurales que nos llevan a identificar diferentes globalizaciónes y no una única globalización. Así como ese movimiento entre lo global y lo local también nos lleva a identificar diferentes procesos culturales que también muestran contextos plurales y diversos.
En ese sentido este texto tiene un enfoque didáctico y problematizador y está construido en tres movimientos. En un primer momento nos centramos en las globalizaciones y presentamos los diferentes enfoques tomando como referencia la producción de Boaventura Sousa Santos. En la segunda parte discutimos algunos enfoques en relación con los procesos culturales y sus diferentes dimensiones multicultural, pluricultural, intercultural. Identificando también que cuando hablamos de interculturalidad también nos encontramos frente a un concepto plural y polisémico que se entrelaza con las globalizaciones. En este punto presentamos diferentes enfoques y autores latinoamericanos.
Frente a ese proceso de globalización/es e interculturalidad/es, entre lo global y lo local nos aproximamos en el tercer movimiento de dos dimensiones fuertemente marcadas por la globalización hegemónica capitalista y que consideramos fundamental iluminar en América Latina desde la óptica de una interculturalidad crítica, decolonial y transformadora, como son la producción de conocimientos, y el territorio y sus diferentes significados. Para finalizar dejamos algunos caminos abiertos para otras construcciones.


1. Globalización: en singular o en plural?

Como ya hicimos referencia, la globalización es un fenómeno universal que se ha manifestado fuertemente durante las últimas décadas y que se caracteriza por abarcar diferentes dimensiones, las cuales afectan la vida de las personas y de los pueblos de todos los continentes y contextos.
La bibliografía sobre globalización es muy amplia y extensa, así como también las diferentes lecturas y los diferentes énfasis que recaen en sus varias dimensiones (económica, social, política, cultural, jurídica, religiosa), lo que demuestra su carácter multifacético y la imposibilidad de una lectura monolítica. Se trata de un fenómeno complejo que provoca procesos de cambio altamente contradictorios y desiguales, y que son variables en su intensidad e incluso en su dirección.
Una de las tendencias en la literatura sociológica y política es caracterizar la globalización a partir de tres afirmaciones básicas: 1) es plural (existen varias globalizaciones), como afirma Sousa Santos (1997); el término globalización solamente debería usarse en plural, ya que diferentes conjuntos de relaciones sociales dan origen a diferentes fenómenos de globalización; 2) según Da Matta (1996), no es linear; no existen etapas a ser vencidas para llegar a lo que sería la instancia final y abarcadora de toda la historia humana; y 3) no se trata de un fenómeno reciente (lo global y lo local, lo moderno y lo tradicional coexisten desde hace mucho en el espacio social); como afirma Canclini (1996), la imposición de modelos culturales de los vencedores es antigua en la historia de las civilizaciones (Candau, 2002).
La globalización, lejos de ser un proceso consensual, es un vasto e intenso campo de conflictos entre grupos sociales, Estados e intereses hegemónicos, de un lado, y grupos sociales, Estados e intereses subalternos, del otro (Sousa Santos, 2002). En ese sentido, Santos distingue cuatro formas de globalización.
El localismo globalizado que consiste en el proceso por el cual determinado fenómeno local es globalizado con éxito. En esa forma de producción de la globalización, lo que se globaliza es el vencedor de una lucha por medio de la apropiación o valoración de recursos, o por medio del reconocimiento de la diferencia. La victoria se traduce en la facultad de dictar los términos de la integración, de la competición y de la inclusión.
Otra forma de producción de la globalización es el globalismo localizado, que consiste en un impacto específico sobre las condiciones locales, producido por las prácticas e imperativos transnacionales que derivan de los localismos globalizados. Para responder a esos imperativos transnacionales, las condiciones locales son desintegradas, desestructuradas y, eventualmente, reestructuradas bajo la forma de inclusión subalterna.
Estas dos formas de globalización identificadas como hegemónicas son las que sustentan en las últimas décadas las dinámicas de la globalización neoliberal, Son las constructoras de esta nueva fase del capitalismo global identificada por la primacía del principio del mercado, la liberalización del comercio, la privatización de la economía, la desregulación del capital financiero, la precariedad de las relaciones de trabajo, la degradación de la protección social, la explotación irresponsable y extractiva de los recursos naturales, la especulación con los productos alimenticios, la mercantilización global de la vida social y política y el consumismo frenético.

Además de las anteriores, Santos enumera otras dos: el cosmopolitismo y el patrimonio común de la humanidad. Ambas son formas de globalización contra-hegemónica que surgen de las luchas de resistencia emancipatorias que tienen lugar en diferentes lugares y contextos, y apuntan hacia la construcción de nuevas ciudadanías arraigadas en lo local, pero con una visión y una conexión planetarias. Son luchas contra la opresión capitalista y colonial, contra la desigualdad y la discriminación racial y sexual, la destrucción de las formas de vida de poblaciones empobrecidas, las catástrofes ambientales, la expulsión de los campesinos y de los pueblos indígenas de sus territorios ancestrales por exigencia de megaproyectos mineros o hidroeléctricos. Son luchas y resistencias contra la violencia urbana y rural, la imposición de formas culturales occidentales y el no reconocimiento y subalternización de  otras formas culturales  no occidentales. Son luchas contra el endeudamiento de las familias, de los pequeños empresarios y de los Estados como forma de control social y político y contra la criminalización de las protestas sociales.
El cosmopolitismo comprende la organización transnacional de resistencia llevada a cabo por los diferentes sectores, regiones, clases o grupos sociales que fueron víctimas de los intercambios desiguales de que se alimenta la globalización hegemónica. La resistencia propone cambiar esos intercambios desiguales por intercambios más co-participativos y se manifiesta a través de las luchas contra la exclusión, la inclusión subalterna, la dependencia y la desintegración.
El patrimonio común de la humanidad consiste en el movimiento de globalización de luchas transnacionales por la protección y desmercadurización de recursos, entidades y ambientes considerados esenciales para la sobrevivencia digna de la humanidad, cuya sostenibilidad solo puede garantizarse a escala planetaria.
La globalización hegemónica y la contra-hegemónica no se dan de forma paralela, pues son luchas que se traban en el interior del campo social y cada una de ellas desarrolla una dinámica propia. Aparecen normalmente enredadas en el tejido social y político local, nacional y global. Como afirma  Sousa Santos (2013), es relativamente fácil formular en términos generales la distinción entre las globalizaciones hegemónicas y las globalizaciones contrahegemónicas, pero es más difícil de establecer muchas veces esa distinción en la práctica.   Para los efectos de este texto consideramos como hegemónico un enfoque y práctica social asentados en normas culturales dominantes y constituidos por relaciones de poder desiguales que se fundan en tres estructuras principales de poder y dominación: capitalismo, colonialismo y sexismo y en las interacciones entre ellas.
Un buen ejercicio educativo es analizar críticamente nuestras prácticas y opciones para visualizar desde donde nos situamos y hacia donde apuntamos nuestros proyectos educativos.


2. Relaciones entre las culturas. Multi, pluri e interculturalidad: un entramado de conceptos

Las relaciones entre diferentes culturas en realidad casi nunca se dan de forma simétrica u horizontal, sino que normalmente estas relaciones se establecen de forma asimétrica y jerarquizada penetradas y marcadas por estructuras de poder.
En este sentido multiculturalismo, pluriculturalidad e interculturalidad, son parte de un conjunto de conceptos que con frecuencia se usan como sinónimos pero tienen significados diferentes. Por eso es importante comenzar por desvelar sus significados. Podríamos también profundizar en otros significados como los de monoculturalidad, transculturalidad, intraculturalidad o etnocentrismo, pero en este texto solo nos centraremos en los tres términos propuestos: multiculturalidad, pluriculturalidad e interculturalidad.
Sin dudas los tres apuntan para caracterizar la diversidad cultural, para diferentes formas de conceptualizar esa diversidad y para el desarrollo de prácticas y políticas con ellas relacionadas desarrolladas por los grupos y organizaciones sociales,  las instituciones y el estado.  (Walsh, 2009, p.37)
La expresión multiculturalismo designa la coexistencia de formas culturales o de grupos caracterizados por culturas diferentes en el seno de las sociedades actuales. Afirma la existencia de muchas culturas en un determinado espacio. Es un término principalmente descriptivo.
Existen diferentes nociones de multiculturalismo, lo que hace que no se pueda hablar de un  único multiculturalismo y sí de  multiculturalismos de acuerdo con  los diferentes  enfoques que varios autores identifican.  
Se trata de un concepto controvertido que está atravesado por tensiones. Según Sousa Santos (2003) apunta simultaneamente o alternadamente para una descripción y para un proyecto. Como descripción es posible hablar de:
-          la existencia de una multiplicidad de culturas en el mundo;
-          la co-existencia de culturas diversas en el espacio de un mismo estado-nación;
-          la existencia de culturas que se inter-influencian tanto dentro como más allá del estado-nación.
Lo que suscita críticas y controversias es el grado en el que el multiculturalismo como descripción de las diferencias culturales y de las formas de su inter-relación se sobrepone al multiculturalismo como proyecto político de celebración o de reconocimiento de esas diferencias. De hecho el multiculturalismo surgió en los Estados Unidos en los años de mil novecientos setenta como respuesta al fracaso del modelo integrador del melting-pot. Este modelo fue duramente cuestionado por encubrir la discriminación de las minorías mediante una homogenización cultural que reproducía las instituciones, las políticas y los esquemas de pensamiento de la tradición liberal anglosajona. (Tubino, 2001, p.181)
Actualmente el multiculturalismo se entiende en esos  contextos como un relativismo cultural, esto significa, una separación o segregación entre culturas demarcadas y cerradas en si mismas, sin aspectos relacionales.  
 Walsh (2009, p.42) afirma que esta concepción de multiculturalismo se construye dentro de dos contextos políticos muy diferentes. Un contexto se orienta para las demandas de los grupos culturales subordinados dentro de la sociedad nacional, creando programas, formas de trato y de derechos diferenciados como respuesta  a la exclusión y afirmando los derechos de igualdad.
El otro contexto político parte de las bases conceptuales del estado liberal, en el que supuestamente todos comparten los mismos derechos,  afirmando una ciudadanía multicultural. En este caso es fundamental el desarrollo de actitudes como la tolerancia,  supuestamente consideradas como suficientes para permitir que la sociedad nacional, monocultural, funcione sin mayores conflictos, problemas o resistencias, encubriendo la permanencia de  las desigualdades. Pero la lucha por el reconocimiento de las diferentes identidades coloca de manifiesto la consciencia de que la injusticia cultural es la otra cara de la injusticia distributiva en los marcos de construcción democrática en los que los derechos de igualdad deben estar articulados con los derechos de la diferencia.
Aunque la distinción entre  multi y pluricultural sea practicamente mínima, el primer término multicultural se refiere a un conjunto de culturas singulares con formas de organización social normalmente yuxtapuestas, que pueden convivir lado a lado sin relacionarse. Mientras que la pluriculturalidad significa, aunque sea redundante, la pluralidad entre y dentro de cada cultura, indicando una convivencia en el mismo espacio territorial.
La pluriculturalidad responde a la necesidad de un concepto que represente la particularidad histórica de configuración de las sociedades en América Latina formadas por pueblos indígenas, afrodescendientes y blancos, en las que en el mismo espacio del territorio nacional conviven diferentes culturas. El reconocimiento, especialmente en la década de mil novecientos noventa, en muchas de las constituciones de los países de la región de un estado pluricultural no significa en la práctica la socialización del poder ni su distribución entre las diferentes culturas que lo integran. Todavía en la mayoría de los países es una realidad muy asimétrica y con grandes desigualdades entre los diferentes grupos sociales.
Al igual que el concepto de multiculturalidad el de pluriculturalidad continua también siendo descriptivo de la realidad. No promueve cambios ni cuestionamientos profundos sobre la forma en la que la colonialidad continua operando en los espacios, subalternizando grupos, saberes, lógicas, prácticas y  sistemas de vida. Por eso es necesario ir más lejos en este proceso y apuntar para la interculturalidad que es el tercer término en cuestión y que lo desarrollaremos a continuación.


2.1. Interculturalidad: adjetivo o sustantivo?

            En América Latina, según Tubino (2001,p.188),  la opción  intercultural surgió como alternativa frente al fracaso del asimilacionismo  homogeinizador de los estados nacionales. Concretamente surgió en el ámbito de la educación  indígena como modelo alternativo al de la educación uniformizadora y homogeinizadora, monocultural, de los sistemas educativos promovidos por los estados nacionales. Pero actualmente, cuando  desde América Latina hablamos de interculturalidad nos estamos refiriendo a un horizonte más amplio y complejo, en el cual el concepto tiene diferentes significados y enfoques.
Para algunos autores como el brasileño Fleuri (2003,p.17), el adjetivo intercultural es utilizado  para indicar realidades y perspectivas incongruentes entre si: algunos lo reducen al significado de las relaciones entre grupos “folclóricos”; otros amplían el concepto  de interculturalidad de forma a entender lo “diferente” que caracteriza la singularidad y la irrepetibilidad de cada sujeto humano, y todavía otros consideran a la  interculturalidad como sinónimo del “mestizaje”.
Ya desde otra perspectiva el autor peruano Ansión (2000,p.44), destaca que la interculturalidad no se limita a valorizar la diversidad cultural ni a respetar el derecho de cada uno a mantener su propia identidad. Busca activamente construir relaciones y desarrollar una unidad más compleja.  Implica una disposición para aprender a aprender y cambiar con el contacto con el otro. No coloca el fortalecimiento de las identidades como condición para el  diálogo, pero asume que las identidades se construyen en la propia tensión dinámica del encuentro, que muchas veces es conflictivo, pero que se reconoce como fuente de desarrollo para todos. El desafío,  para este autor, es incorporar las diversas culturas en el diálogo planetario moderno, en una universalidad que no se identifica con el dominio de la razón triunfante, pero si con el esfuerzo de la construcción de la convivencia humana.
También en esa misma línea, otro peruano Fidel Tubino (2005,p.2) afirma que la interculturalidad surge como un discurso que busca crear condiciones para el diálogo entre los miembros de las diversas culturas que coexisten en el país [Perú]. [...] Se proponía una actitud dialógica y un respeto de la diversidad, vista como potencial y como riqueza. O sea, se trataba de un discurso de sensibilización de dupla vía: por un lado, sensibilizar al no indígena, para que renuncie a su actitud discriminadora y por el otro, al  indígena se lo invitaba a  reafirmarse en sus principios y tradiciones culturales.
Este mismo  autor diferencia el término según los contextos de referencia de la siguiente manera, existe una interculturalidad descriptiva o aplicativa cuando:
los antropólogos hablan de interculturalidad se refieren a una interculturalidad de hecho, ellos estudian la interculturalidad, las relaciones, como las culturas se juntan y mezclan, si hay sincretismo, asimilación, aculturación. El objeto de estudio de la antropología es la interculturalidad. (Tubino, 2006, p.5-6)

Ya se refieren a la interculturalidad como principio normativo:
cuando el magisterio habla de interculturalidad la piensa como un principio normativo más que como una realidad de hecho.  Para un maestro hablar de educación intercultural es hablar de una  utopía, no de una realidad. Es hablar de como debería ser, de la tolerancia, el reconocimiento, el diálogo intercultural, de todo lo que no existe y que se debería hacer, que la educación debería hacer. (Tubino, 2006, p.6)

Y a la interculturalidad como fortalecimiento de la identidad étnica:
cuando un indígena habla de interculturalidad está pensando en el fortalecimiento de la identidad étnica y aquí aparece el tema de la relación con el otro. Interculturalidad para los indígenas es el fortalecimiento intracultural.  En otros países fuera del Perú las organizaciones indígenas entienden la interculturalidad como una democracia inclusiva de la diversidad. Eso significa tener ya un concepto más político. (Tubino, 2006, p.6)

También este autor distingue todavía una perspectiva ética-política de la interculturalidad cuando es tomada en profundidad y lleva a cuestionar los términos y el concepto de ciudadanía.  
Desde otra perspectiva, nos parece también importante destacar el enfoque dado por la Subsecretaría de Educación del gobierno de la Provincia de Buenos Aires (Argentina) que entendía en sus documentos  que una visión de la interculturalidad;
supone que se considere que vivimos en sociedades socioculturalmente diversas, en las que existen desigualdades significativas en el reconocimiento de la validez de perspectivas de mundo, análisis sociales, formas de expresión e idiomas entre los diferentes grupos sociales. Por eso, es central la educación intercultural para el conjunto social y no solamente restringida a los grupos específicos. De esta forma propone la revisión de los  currículos escolares homogeneizantes  para instalar una perspectiva que reconozca que las múltiples identidades étnicas, de género, de generaciones, constituyen un camino para  contribuir al alcance de una escolaridad plena para todos y todas.(Dirección General de Cultura y Educación, 2007,p.10)

Finalmente la última perspectiva que consideramos muy importante desde la óptica actual y de las políticas desarrolladas sobre el tema en el continente en las últimas décadas, es la de la profesora estadounidense radicada en Ecuador  Catherine Walsh (2007,p.7-8), que distingue entre la interculturalidad no crítica y la crítica.
Desde un enfoque multiculturalista de la interculturalidad (o lo que yo llamo la interculturalidad no crítica),  podemos identificar programas que respeten la particularidad cultural (o lingüística y cultural) como “lo propio” al mismo  tiempo que enfatizan la necesidad de acceder al “verdadero” saber de la “cultura universal”: el conocimiento que proviene de la tradición científica euro-usa-céntrica (o sea la colonialidad del saber). El inter aqui significa simplemente el acto de aprender de lo propio y de lo universal, una particularidad hegemónica de la modernidad convertida en universal; “otra forma de transculturación sustentada en el multiculturalismo y en el contraste ideológico particular/universal.

La visión de interculturalidad crítica para Walsh que también asumimos en este texto es:
una construcción de y desde los grupos/comunidades que han sufrido una  historia de submición y subalternización. Una propuesta de un proyecto político que también puede implicar una alianza con personas y grupos que, de igual forma, buscan alternativas a la globalización neoliberal y a la racionalidad occidental, y que luchan tanto para la transformación social como para crear condiciones de poder, de saber y de ser muy  diferentes. Pensada de esta forma, la interculturalidad crítica no es un proceso o proyecto étnico, ni un proyecto de la diferencia en si misma. Es un proyecto de existencia, de vida.
Por eso la interculturalidad crítica es una práctica política y una contra-respuesta  a la geopolítica hegemónica, monocultural y monorracional del conocimiento; es herramienta, estrategia y manifestación de una manera “otra”  de pensar y actuar. [...] Un proyecto de pensar y actuar que viene de “abajo” y no de “encima”. Una manera otra que también coloca en cuestión los presupuestos que posicionan los conocimientos de forma siempre desigual.

De acuerdo con Walsh (2009,p.47) nos parece fundamental no reducir el entendimiento de la interculturalidad a una mezcla o combinación de elementos, tradiciones, características o prácticas culturalmente distintas. También no puede ser entendida solamente como un adjetivo que califica diferentes realidades, tales como: democracia intercultural, educación intercultural, sociedad intercultural, estado intercultural, ciudadanía intercultural, reduciendo solo el entendimiento a la diversidad existente.
La interculturalidad es un sustantivo que representa procesos dinámicos en varias direcciones, llenos de creatividad y tensiones y en permanente construcción. Procesos enraizados en las brechas culturales actuales, caracterizados por cuestiones de poder y por las grandes desigualdades sociales, políticas y económicas. Este tal vez es el mayor desafío de la interculturalidad, no ocultar las desigualdades, las contradicciones y los conflictos de las sociedades coloniales actuales, pero trabajar con e intervenir en ellos para promover procesos de globalización contrahegemónica, decoloniales y emancipatorios que apunten para la construcción de democracias otras.


3. Entre lo local y lo global. Construyendo globalizaciones contrahegemónicas, interculturales y decoloniales

            Como ya anunciamos en la presentación en esta tercera parte del artículo nos centraremos en dos dimensiones que se desarrollan y articulan entre lo local y lo global y que consideramos de fundamental importancia en el momento actual para la construcción de propuestas de globalizaciones contrahegemónicas, interculturales y decoloniales desde América Latina. Las dimensiones y aspectos referidos, y que abordaré sintéticamente, están centrados en el territorio y sus diferentes significados, y la construcción y reconocimiento de conocimientos otros.

3.1. El territorio y sus diferentes significados
            Al observar algunas cifras del año pasado de relatorios de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) podemos pensar que le vá bien a América Latina en estos últimos años de crisis económica y financiera global. En el 2012, la tasa de crecimiento promedio del producto interno bruto (PIB) del continente se estimó en 3,1%, frente al 2,2% del crecimiento mundial (CEPAL, 2012,p.9). También en muchos países de la región y para un gran segmento de la población las posibilidades de acceso al consumo se ampliaron bastante. Pero será que estos aumentos y crecimientos significan que los latinoamericanos viven como lo desean y sobre todo, que las futuras generaciones tendrán buenas condiciones para desenvolverse y enfrentar la vida?  Dónde nos lleva esa visión centrada en el crecimiento, el extrativismo y el consumo si miramos para el futuro del continente?
            A la par que el discurso macroeconómico exalta el crecimiento como el éxito, los conflictos sociales aumentan en el continente: marchas multitudinarias de cientos de kilómetros, bloqueos, presos, muertos. Estos conflictos surgen alrededor de un proyecto centrado en el territorio que tiene un denominador común: extraer materia prima para abastecer la demanda del mercado mundial. Esto es lo que actualmente se identifica como extrativismo, el modelo económico que ubica América Latina en el lugar de los proveedores de materia prima para otros países, donde ésta será procesada o industrializada. En los últimos años, los precios ofrecidos por el cobre, el oro, el petróleo, el gas natural y otros minerales fueron tan atractivos, que gobiernos latinoamericanos con diferentes enfoques ideológicos optaron por el extrativismo como eje estratégico de sus políticas públicas. (Lang, 2013,p.8)
            Junto con este aspecto destacado del modelo globalizado hegemónico, otro aspecto no menos importante, del capitalismo del siglo actual es que se erige sobre la sombra del colonialismo. Pero este nuevo colonialismo o neocolonialismo ha cambiado de estrategias, las “conquistas” de hoy son más que nada comerciales, y se asientan en tratados que aparentan ser legales. Lo que hace que las venas abiertas del continente sigan sangrando y continúen manteniendo su principal actividad económica en este modelo desarrollista, como fornecedor de materias primas y minerales preciosos, perfectamente funcional a las necesidades de los más ricos, en otras regiones del planeta.
            En este sentido, la esencia del modelo de desarrollo contemporáneo se entiende como progreso lineal, modernizante, de base esencialmente material, basado en la apropiación de la naturaleza, mediado por la ciencia y la técnica, es antropocéntrico y apunta al crecimiento económico como  generador clave del bienestar. Desde esta perspectiva el bienestar se logra mediante ingresos monetarios y posibilidades de consumo.
            Frente a estos enfoques de globalización hegemónicos, entre lo local y lo global, se colocan los contrahegemónicos, que parten del rechazo de la categoría del desarrollo como paradigma central y buscan otros enfoques y nuevos paradigmas de la vida y de la dimensión económica. A partir de una renovada crítica al desarrollo, en varios países del continente surgen actualmente reencuentros con los orígenes y diferentes planteamientos sobre el Buen Vivir (sumak kawsay, suma qamaña, sumaj causay).
            El Buen Vivir es una crítica al capitalismo y todas sus formas de acumulación, a los procesos de despojo, al crecimiento económico y a la reducción de la naturaleza entendida solamente como recurso o capital. El Buen Vivir concibe al ser humano como una de las partes integrantes del cosmos y se afirma sobre la idea de la armonía con la naturaleza, a diferencia del pensamiento occidental antropocéntrico.
Según las propuestas actualmente promovidas por los pueblos indígenas, la comunidad representa una potente fuente de inspiración para construir una economía y una sociedad postextrativistas. La comunidad basada en relaciones de equidad, solidaridad y complementariedad supone una gestión desde lo local y por lo tanto, una descentralización de los poderes de decisión. (Acosta et alli, 2013,p.310)
Y el territorio desde estos enfoques es el espacio vital para desarrollar sus actividades culturales y, ligadas a ésta, la economía, la política, lo social y lo sagrado; por ende, no es el bien inmaterial individual sino el bien de propiedad colectiva que, lleno de significados, reivindica sus tradiciones y el legado de sus ancestros, para dar un auténtico valor a sus culturas. (Agredo, 2006)
En este sentido, pensar las globalizaciones y las interculturalidades, situadas entre lo local y lo global nos llevan a cuestionar profundamente los paradigmas, los enfoques y nuestra manera de posicionarnos y estar en el mundo en relación con la naturaleza, el territorio, el modelo económico y de consumo y nuestras prácticas educativas.



3. 2. La importancia de los conocimientos

            El otro aspecto que consideramos también de fundamental importancia en relación al tema que estamos abordando y esa tensión entre lo local y lo global, tan importante como el territorio desde América Latina es la producción de conocimientos, en un mundo geopolíticamente centrado en el conocimiento occidental (euro-usa-céntrico) reconocido como universal y el único válido y existente. En un continente donde de acuerdo con Sousa Santos (2009, p.12) los procesos coloniales de opresión y explotación que todavía siguen repitiéndose con las globalizaciones hegemónicas, al excluir grupos y prácticas sociales, excluyen e invisibilizan también los conocimientos usados por esos grupos para llevar a cabo esas prácticas. Lo que este autor identifica como epistemicidio.
            Es importante destacar desde los enfoques que venimos trabajando que hasta no hace mucho tiempo la epistemología occidental (euro-usa-céntrica)  estaba caracterizada no solamente por privilegiar el canon de pensamiento del hombre occidental (el género es a propósito), sino también por estudiar al “otro” como objeto y no como sujeto que produce conocimientos, ocultando así la “geopolítica” y la “corpo-política” del conocimiento mediante la cual los académicos e intelectuales blancos piensan. (Grosfoguel, 2013,p.18)
En las últimas décadas y con el desarrollo de políticas de reconocimiento y acciones afirmativas, personas,  estudiantes y profesores provenientes de los grupos discriminados y subalternizados (negros, indígenas, mujeres, LGBT, etc.) llegan a las universidades y muchos se transforman en intelectuales y activistas que privilegian la “geopolítica del conocimiento” y la “corpo-política del conocimiento” en su producción de conocimientos. Esto significa cada vez más una ruptura en la producción del conocimiento en relación con el pensamiento occidental, con la dicotomía del sujeto-objeto de la epistemología cartesiana.
Esta nueva situación significa un paso importante en la forma de producción de conocimientos en la que en lugar de un sujeto masculino y blanco estudia sujetos no blancos como “objetos del conocimiento”, asumiendo un punto de vista neutral, privilegiado y no situado en ningún espacio o cuerpo; son ahora los propios sujetos de las minorías racializadas y sexualizadas que se estudian a sí mismos como sujetos que piensan y producen conocimientos desde cuerpos y espacios (la  “corpo-política” y la “geopolítica”  del conocimiento). Sujetos que eran subalternizados e inferiorizados por la epistemología y el poder racista/sexista occidentalizado. (Grosfoguel, 2013,p.20)
Esta jerarquía racista/sexista del conocimiento opera a escala mundial con variaciones y particularidades en las diferentes regiones del mundo según las diversas historias coloniales y locales desde la óptica de la globalización hegemónica. Esta jerarquía epistémica global también es constitutiva de la acumulación capitalista a escala mundial. Sin ella no habría capitalismo histórico como lo conocemos actualmente.
Es importante  también destacar y percibir, que esta jerarquía epistémica tiene sus propios discursos, narrativas, ideologías y marco institucional. El pensamiento occidental (euro-usa-céntrico), como perspectiva epistémica, privilegia los conocimientos, memorias e historias de los hombres colonizadores occidentales alrededor del mundo. Esta epistemología continua siendo globalizada institucionalmente alrededor del mundo especialmente a través de la universidad occidentalizada, de la escuela y de las producciones bibliográficas.
La universidad occidentalizada continua siendo organizada alrededor de un canon de pensamiento que es al mismo tiempo occidental y masculino. Casi todas las disciplinas en las ciencias sociales y en las humanidades, con muy pocas excepciones, privilegian en su canon de pensamiento a los pensadores hombres euro-usa-céntricos. Ni siquiera las mujeres occidentales son incluidas dentro del canon o muy pocas de ellas, mientras que los hombres y mujeres no occidentales son igualmente excluidos de éste. Grosfoguel, 2013,p.21)
En este sentido, sería importante a esta altura, hacer un ejercicio de memoria personal en relación a nuestra propia formación universitaria, qué autores fueron los privilegiados en nuestra trayectoria de estudios? De dónde eran? Hubo autores latinoamericanos estudiados? Vale también hacer ese mismo ejercicio en relación a las referencias que usamos hoy en nuestras clases, o en la selección curricular que hacemos. Dónde se sitúa esa geopolítica del conocimiento y la “corpo-política” de los/las autores/as seleccionados/as? Y tal vez tomemos conciencia que no se trata sólo de una cuestión de representación o de reconocimiento, no se trata de políticas identitarias, se trata de algo más complejo reconocido como geopolíticas del saber y del poder.
Cualquier pensamiento crítico desde las ciencias sociales producido por y desde una perspectiva/episteme localizada en algún espacio no occidental (euro-usa-céntrico) con mucha frecuencia es inferiorizada,  percibida como sospechosa y considerada poco seria y consistente, o no merecedora de estudio en la universidad occidentalizada. La Universidad occidentalizada tiene las mismas divisiones disciplinarias y el mismo canon de pensamiento racista/sexista dondequiera que se encuentre. Y las políticas globales actuales cada vez más son jerarquizadoras y excluyentes.
Desde el enfoque de las globalizaciones contrahegemónicas y de las interculturalidades es importante considerar que puede haber otras formas de producir conocimientos además de los occidentales (euro-usa-céntricos), abiertos a la diversidad epistémica[1] del mundo, decoloniales que arranquen la reflexión “desde” y “con” aquellos “otros” subalternizados e inferiorizados por la modernidad occidental. Que al mismo tiempo que denuncian el epistemicidio ofrecen instrumentos analíticos que permiten, no sólo recuperar conocimientos invisibilizados o marginalizados, sino también identificar las condiciones que tornen posible construir nuevos conocimientos de resistencia y de producción de alternativas al capitalismo y al colonialismo global. Esto puede llevar a una metodología descolonial muy diferente a la metodología colonial de las ciencias sociales y las humanidades identificada por Mignolo (2000) como pensamiento crítico de frontera[2] y por Sousa Santos (2009) como ecología de saberes.
Enfocando institucionalmente,  una forma de producir una pluri-versidad descolonial que es la seguida por algunos de los movimientos indígenas en América Latina, opuesta a la uni-versidad colonial que ya existe. Este camino se caracteriza por crear sus propias universidades donde la diversidad epistémica es reconocida en el currículo; esto es, la pluri-versidad. Hay diferentes experiencias que ya se realizan en el continente tales como: la Universidad Amawtay Wasi en Ecuador, la Universidad de las Regiones Autónomas de la Costa Caribeña Nicaragüense (URACCAN), la Universidad Autónoma Indígena e Intercultural (UAIIN) de las comunidades indígenas en la región del Cauca en Colombia, varias universidades en México. entre otras.  Estas universidades están organizadas con líneas epistémicas pluriversales; reconocen la diversidad epistémica dentro de sus currículos, incluyendo el conocimiento occidental pero subsumiendolos a las cosmologías indígenas. Su esfuerzo es crear otras formas  de producción de conocimientos, diferentes  de la universidad occidental masculina euro-usa-céntrica.
La necesidad de crear nuevas instituciones y espacios de producción de conocimientos fuera del canon occidental colonial se vuelve cada vez más crucial como estrategia para producir una pluriversidad descolonial intercultural.


Para continuar pensando y conversando a modo de conclusión…..

            En este artículo intentamos mostrar a partir de las propuestas de  globalizaciones contrahegemónicas e interculturalidad crítica articuladas entre lo local y lo global, algunos enfoques y prácticas para comenzar a pensar,  no de acuerdo con “nuevas utopías”,  pero si con  “otras utopías” iluminadas y basadas en cartografías diferentes de las relaciones de poder globales del sistema capitalista del siglo XXI euro-usa-céntrico, moderno, colonial, patriarcal. Esperamos haber instigado la mente y el corazón de los/as lectores/as, y que nos ayuden a seguir caminando como nos recuerda Eduardo Galeano con su Ventana sobre la Utopía cuando nos dice:
Ella está en el horizonte –
dice Fernando Birri -. Me aproximo
dos pasos. Camino diez pasos,
ella se aparta dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte
queda diez pasos más lejos. Por
mucho que yo camine, nunca la alcanzaré.
Para que sirve la utopía?
Sirve para eso: para caminar.

BIBLIOGRAFIA

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[1] Desde estos enfoques epistemológicos el sujeto y el objeto de investigación se interpenetran. También es importante reconocer el “lugar de enunciación” de cada discurso, lugar que al mismo tiempo es social, político y geográfico.
[2] El pensamiento crítico de frontera es la respuesta epistémica del subalternizado al proyecto eurocéntrico de la modernidad. En lugar de rechazar la modernidad para esconderse en un absolutismo fundamentalista, las epistemologías de frontera redefinen la retórica emancipatoria de la modernidad a partir de las cosmologías y epistemologías del subalterno, localizadas en el lado  oprimido y explotado de la diferencia colonial, en dirección de una lucha de liberación descolonial en la línea de un mundo capaz de superar la modernidad eurocentrada. (Grosfoguel,2007, p.74)


Susana Sacavino
Comisión de la Propuesta Socioeducativa
Institución Teresiana
2013

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